miércoles, 30 de septiembre de 2009

el suicidio es un pecado...



-se ahorcó- y sentí la tensión de la soga aprisionando mi cuello y sus pies sin encontrar el piso, imágenes que se agolparon en búsqueda de indicios… ahora parecía todo tan claro.

“dada” era un frasco pequeño, aunque era un hombre alto, un alcohólico de buena facha, amplia cultura, de rasgos esquizoide y un sentido del humor muy negro.

la familia es la que nos toca no más, nada de opciones, pero para mí, él era el poeta que no escribía, no hablo de simples transgresiones a la norma, hablo de locura; nos veíamos sin mirar, nos admiramos hasta el amor: nos elegimos cada día.

el escritor de “la cara del Juanano” me dijo una vez –los hombres con alma de demonio, se reconocen, se saludan y se van-

los años de vida de mi hijo, son los años de muerte de mi padre y no hay herida que el tiempo no sane, eso nos ha permitido mirarnos con mi madre sin juzgar, ambas hemos remendado nuestros corazones -¿qué sentiste cuando supiste que eras hija de un homosexual?- era curioso el valor adquirido para poder mencionarlo y hablarlo entre su cigarro y mi cerveza.

-elegida… los motivos pueden ser muchos, pero “dada” me eligió a mí- por eso todas las noches son lunes, aún me sorprendo esperándolo, entre mis cuadernos retengo sus besos y me pillo riendo de sus comentarios, cuando por fin los entiendo:

-¡el suicidio es un pecado, mínimo un error… pero en su defecto, es el último!-

¿desde qué perspectiva sabes la belleza?



me siento como Toulouse Lautrec… bueno guardando las proporciones y una versión bastante más criolla, pero de alguna forma ostento de un prisma privilegiado, no sólo se trata de estar en un lugar, sino de saborear cada una de las imágenes que transitan alrededor, tratando de capturar ese sabor a alma que tiene cada gesto, en este tránsito de suburbios espirituales la noche es mi mejor escenario

¿te has detenido a pensar como se modifican las estructuras físicas de los habitantes nocturnos?

…si nos ceñimos al principio alquímico que indica “lo de abajo es como lo de arriba y lo de arriba como lo de abajo, para obrar los milagros de una sola cosa” no es tan temerario afirmar que los rostros que albergan las sombras, se alimentan mutuamente; es decir, entre faz & alma hay semejanza y viceversa, dicho de otra forma, los rostros son trazados en forma de bitácoras de nuestro universo interno.

la estufa es a leña, exquisita, ahí están reunida cinco putas desocupadas, una colorina alta, una pachacha de rasgos indígenas, dos con cara de menor de edad que dan miedo y una señora de aspecto de dueña de casa que tiene una sonrisa limpia y dulce, bueno es la única que me mira sin odio, se supone que aquí no entran mujeres, se acercó a pedirme fuego y casi en forma maternal entabló conversación

me causó gracia cuando llegó “mi primer cliente”, mis amigos se pusieron de pie rodeándolo y tratando de sutilmente explicarles que “la niña”, o sea yo, no estaba en venta, que los acompañaba y cosas así, me sonreí afirmando la vista en un punto del horizonte, la niña a esa hora se había topado con el fondo de la copa varias veces, ya no era tan “docente” ni parecía tan “decente”

en la mesa de al lado un hombre mayor, una mezcla entre Pablo Neruda y Volodia Teitelboim, ensalzaba a una de las niñas, ofreciendo disculpas por ser quien era, la trataba como a una princesa, la miraba como un quijote apagado por los años agradeciendo la belleza de esta Dulcinea, altanera de sus años mozos, besó sus manos y le susurró versos tal vez de su autoría

en mi mesa, mis amigos arreglaban el mundo entre política y poesía… ¡siempre terminan empeorándolo!.

más allá una pareja baila un tango, él, un semental de aspecto camionero y ella una mujer mayor, de piel oscura y aspecto deficiente, frente demasiado amplia y muy descuidada, no dejaba de ser una imagen grotesca en muchos sentidos; sin embargo nunca he visto una mujer más coqueta que ella… la palpé hermosa, me lastimé de su sonrisa tan verdadera, tan simple… tan mujer, que me dio pudor no rozar sus deslindes de hembra, me supe varona herida, agradecida de los excesos de mis sentidos y mi falta de lógica, que sumaron tanta carencia, daño y sin embargo resultaron “belleza”… me cautiva, esta noche soy una fausta sombra entre las sombras.

mascarón sin proa



no soy una persona completa,
soy la caricatura urbana de un hombre.
más o menos una fallida
escultura de mierda
sin nada absolutamente que ofrecer

Charles Bukowsky


abro y cierro los ojos.
azul

el agua en mi espalda se clava como pequeñas hormigas de Silvio,
recorren la extensión de esta madera ajada y extendida,
casi crucificada a este coito simbólico entre el mar y el cielo

vacío

ofrezco esta nada que soy, para ser tragada,
no expulsada…
y tal vez por eso, las voluntades son cuestionadas,
juzgadas y sentenciadas;
casi me dejo abrazar por tus extensiones cómodas,
casi descanso y me convierto en ti…
por eso te amo cuando estoy lejos

abro y cierro los ojos
silencio

para mis pies torcidos no habrá poeta en la orilla,
que santifique la virginidad de mi alma,
extendida en seno sacio… y sin embargo temo

tu nombre en mis pupilas

¿y si fuera él?



…quiéreme cuando menos lo merezca,
…porque será cuando más lo necesite
Dr. Jeckyll


He cometido el peor pecado
que uno puede cometer
…no he sido feliz
Borges


…tras de mi se cerró la puerta de la universidad y el eco de tu risa cuando comenté sobre mi cita a ciegas -…y si te encuentras con un psicópata- me encogí de hombros y con una sonrisa mientras buscaba los fósforos en mi gabán –qué más da… si me encuentro con un psicópata, él se encuentra conmigo- caminé ridículamente, al menos eso imagino, es como cuando la gente tiene esa actitud pueril y camina a saltitos, pero con mi cojera la mezcla estética no da buenos resultados… bueno, ¡que importa!, la noche, el humo y al final de la calle: Tú.

…estaba ansiosa de experimentar la química, ese abismo entre el hombre de mi vida y un perfecto desconocido, ese fenómeno extraño que te hace sumar cualidades en un alguien y al menor roce, eres la versión invertida de un cuento de hadas: besas a un príncipe y adivina en qué se convierte…

…cada vez que me enfrento a otro, es jugar a la ruleta rusa y peor, la cabeza no para y el corazón se desborda.

…en el camino hice un breve recorrido de las cosas que me enamoran, esos detalles que me hicieron vibrar cuando los capté… cuando los quise para mi… o cuando los perdí: un bajista de una banda rock, que arrugaba la nariz para saludar, me habría puesto mil veces frente a él, sólo para cruzar un sin sentido “hola”; cuando el padre de mi hijo me contaba cuentos en donde la princesa siempre era yo; mi querido vampiro en Valparaíso cuando amanecíamos fotografiando la bruma y esa luz tan escasa para nuestras almas abruptas; esa actitud desafiante a lo Nina Simone cuando me cantaba en contraste a su rostro de niña; los celos de mi Cleopatra dark cuando Verónica me buscaba después de clases… cuando aparecía de impoluto negro en mi sala, para leer algo de Nietzsche; o “niño” que llamaba sin tener nada que decir… y no decía nada…

…como quien se precipita al abismo en medio de la oscuridad, me encontré con el corazón contraído, aferrado a una duda:

¿…y si es ÉL?...

…hasta ahora estaba tranquila frente a un “hay que arriesgarse a que no sea destino”, las dudas nunca han sido conflicto… ¡pero las certezas! ¡Ay!

…doblé una cuadra antes del pudo ser, me cubrí la cara para que nadie descubriera esa vergüenza… infantilismo y temor.

…y aquí estoy, protegida por el vidrio, con el corazón entre la nuca y mi lengua, sin poder nombrar a nadie… sin un nombre en mis pupilas a quien llorar… no quiero volver a escuchar Ne me quitte pas, me he convertido en una maldita cobarde que no quiere tener qué perder.

¿el otro?



"Quien con monstruos lucha
cuide de convertirse a su vez en monstruo.
Cuando miras largo tiempo a un abismo,
el abismo también mira dentro de ti."

Friedrich Nietzsche

Tenía la cara hinchada por el llanto, tal vez de pena, tal vez de rabia o simplemente una mala borrachera, ¿qué más da?, por su bien, el de su elegida, el de mi futuro ex marido y el mío, nuestra ¿relación? había terminado ayer, en el momento que su niña se peleaba con otro par de adolescentes el ramo de flores artificiales que lanzaba Dafne.

Me sonreí cuando lo tomé del brazo, justo cuando el novio, también nuestro confidente y mejor coartada nos miraba; nuestro jefe en la radio comunitaria, en donde los tres oficiábamos de locutores, controladores, telefonistas y barrenderos, a quien le tocó golpear la puerta del baño cuando él[1] se acercaba a buscarme o buscarnos para beber ron barato, el mismo que me había sentenciado apestando a vino: -“las perras como tu mueren acuchilladas”-, tal vez temía que estropeara su matrimonio con alguna escenita, tal vez creyó oír con tono irónico: -“felicitaciones”-, cuando en realidad lo que dije fue: -“terminamos”-… como la vez que casi nos pilla, “tu amigo”, manoseándonos en el cuarto de locución y él nos miraba en los controles; “terminamos”, como cuando me acompañaste a comprar su regalo de cumpleaños, llegamos tarde y él me preguntó seriamente si andaba “con otro” y yo riendo le dije que -“no, que era el mismo de siempre”-, de tanto tira y afloja le arrojé su regalo, encarando su falta de confianza, junto a esa maldita habilidad de estropear una bonita sorpresa; “terminamos” como la mañana que me di cuenta que no hacíamos más que follar y no el amor.

Él salió de casa y tu entraste, habías llorado por los dos, no me mirabas a los ojos para no dejar de decir un discursito aprendido en el tercer o cuarto pito, como los niños que tratan de no respirar para no olvidar el poema que les costó memorizar; no te escuché, porque no me interesaba, -“¡bájate los pantalones!”-, me miraste sin entender, mientras con una ceja en alto manteniendo el tono marcial repetí la orden, que ayudé a efectuar, te empujé en el sillón de cuerina palo de rosa, que él eligió contradiciendo toda la estética de la casa, no asentaba con nada… bueno, igual que él, no trataré de entender algo tan irracional como la rabia, como decir que me calentaba y la piel no me contenía …sin embargo me parecía tanto, otra vez a mí, y mientras veía como tus ojos me buscaban en esta mujer que no conocía, yo me reconocía en el reflejo de tus ojos, mientras te montaba, seguías sin entender… y sentí asco, de ese temor, de esa mediocridad, esa impregnada y que se hace tan evidente al follar, y cegada aún entre rabia, el dolor y la excitación en plena culminación, dejé arrastrar mis uñas ajando tu piel en hilos de sangre, que no supiste contener, la perdías a ella y a mí sin entender; besé mordiendo tus labios, corroborando la muerte amarga de una despedida sin pena ni gloria, quité mis piernas de tenaza que aún te contenían, vestido en medio de un pudor casi pueril me miraste de reojo para decir… hice un gesto con la mano, como sacudiendo un mosquito y sin mirarte te pedí que cerraras la puerta… de mi casa, de mi piel y mis recuerdos: -"¡cierra la puerta"-.




[1] Ni siquiera lo nombraré… ni siquiera lo bautizaré como personaje, pero “él” será siempre el futuro ex marido en esta historia.

¡Confieso que he vivido!



Me gustan los hombres con futuro
…y las mujeres con pasado.

Oscar Wilde

Hay una máxima que tratado de mantener para que mi escenario se extienda y no termine en un sesgado repertorio de errores… al menos he de cambiar los contextos y sus personajes; por eso “me niego a olvidar” y recurro constantemente a un espejo imaginario, uno retrovisor que permita reconocerme ayer.

Me detengo en una esquina obscura… no, no, es peor de lo que imaginas, no hablo de ser punk, feminista, mirista… o fachista, sino parroquiana; en aquellos tiempos[1] oficiaba de “fiel” esposa y soy enfática en este concepto, porque contiene dos aspectos que hoy me dan pudor, por una parte su origen fidelis, que refiere a un acto de fe, por tanto prescinde de los componentes racional y emocional; desde su raíz legal fidelitas-atis mantiene un compromiso unilateral y vertical de esclavo a señor, debo admitir que lo más parecido a un acto de fe, es una íntima esperanza de que “Yo Soy” existe, aunque mi escasa, pero presente vocación de esclava se irrite en pensar que tal vez sea lo único que haga… pero en fin, hoy ese no es el tema.

Ignoro la fecha en que dejé de amar, pero aún padezco la fractura interna que él también escuchó, lo supe por su mirada, cuando aún no terminaba de decir: a-b-o-r-t-o

Si estoy o no de acuerdo con esta ley, tampoco es asunto, sólo doy cuenta que hacia quien había trazado mis actos de fe y lealtad, no era quien yo creí; me hago responsable de mi ceguera afectiva, de mi dependencia social y comodidad mental.

La pérdida de ese hijo, alimentó la rabia, forjando a nuestro imperio en un lugar pequeño y hostil, su presencia me ofendía y yo era cobarde, tal vez aún lo sea; se han vuelto difusos tramos importantes de tiempo.

El dolor era más grande que yo, como si me abortara con mi hijo, recuerdo dos eventos que me obligaron a tomar medicamentos para conciliar el sueño; cuando el pulso me impedía colocar la llave en la cerradura y cuando al tratar de tomar agua, apreté con demasiada fuerza el vaso, quebrándolo y cortando mi mano derecha.

Ni siquiera me quería morir

Subí arbitrariamente las dosis, su piel y la mía apestaban, a sangre coagulada, como si nuestros corazones se hubieran detenido y el resto funcionara por no saber morir y sólo cuando el cansancio aturdía, resignada me tendía, cerraba los ojos y pretendí estar dormida o en otro lugar, mientras él se masturbaba con apatía, con rabia, a veces con dolor, quitaba mis ropas en trámite y me montaba, sin mirar, afirmándose de mis muñecas que se adormecían doloridas… se masturbaba en mi, con un gesto torpe, tal vez accidental rozó mi rostro con su mano y una lágrima lo avergonzó, como descubriéndose desnudo, como si se supiera por primera vez en el daño, en esa cruel idea de posesión.

…debe ser este el peor final para un cuento, y tal vez mucho peor para un recuerdo.

[1] Nótese el acento que consta de un espacio temporal.

Espérame hasta que abra los ojos



La realidad no puede ser mirada
sino desde el punto de vista
que cada cual ocupa,
fatalmente, en el universo.

José Ortega y Gasset



De un tiempo a esta parte hay algo que no encaja… antes de cerrar los ojos era tu sonrisa y cuando los abrí la rosa amarilla a tu lado se fragmentó junto a los vidrios, la línea está muerta, así debe ser.

El profesor está gritando de nuevo, conté diez veces complot, ocho hijo de la dictadura… perdí la cuenta las veces que dijo: ¡Maldición!, obvio, con los dedos crispados como si nos asfixiara a cada uno.

Corrí tras él, porque quería ver y no ver… y lo vi, desatornilló la cabeza de su amigo, lo dejó en el suelo y dejó que sus perros lamieran su cerebro, se reía estruendosamente y aún así, no puedo decir si tenía un aspecto desquiciado.

Acabo de entrar al baño en el bar… me pregunto si acabo de entrar, hago el recorrido de las dudas, cierro los ojos y trato de describirlo como lo recuerdo, pasando mentalmente una lista que sea coherente a mi memoria; debo encontrar la falla, es esa sensación otra vez, cuando todo parece irreal, me da miedo salir de este baño y que afuera todo sea nada conocido… me da miedo despertar y tener la mierda hasta el cuello.