jueves, 26 de marzo de 2009

prEgUntA y rEspUEstA



tenía los ojos irritados, usó torpemente todo el repertorio verbal que tenía para hacerme sentir culpa, compasión, dolor, vergüenza; nunca he necesitado hacer mucho para provocar en el otro el daño o el bien que me otorgan.

Jelena siempre me dice que le recuerdo la necesidad que confesaba “Amelie”, (nos gustó mucho esa película) de tener un enano que le susurrara la palabra precisa en el momento perfecto; bueno, según ella, no siempre como una ventaja, yo venía con ese enano incluido.

respiró con hostilidad y no siempre era capaz de mirarme a los ojos, lo sé porque nunca dejo de observar a quien está frente a mí; gritaba insultante, se apretó la cabeza, a veces sólo los ojos, se molestaba de sí mismo, descubriendo en la medida que verbalizaba sus acusaciones, dando cuenta de sus culpas, o la poca importancia que tenían frente a esta escena de ruptura.

el escritorio que nos separaba, recibió las patadas y puñetazos por mí; yo seguía marcando el ritmo aletargado de mi respiración.

agachó la cabeza, apretó sus puños abrazados el uno contra el otro y con la misma intensidad todo el cuerpo, respiró fuerte y duro, sus ojos se secaron.

hizo un gesto similar al mío cuando enciendo un pitillo, entre las sombras, para escuchar bronces, en mis tardes cansadas después del trabajo.

volvió a respirar más relajado, se inclinó un poco en la silla, para observarme con distancia, deslizó uno de sus dedos por la cubierta del escritorio hasta llegar al primer cajón, lo abrió y de él sacó un arma, el revolver que había sido de su padre y lo cargó frente a mí… una gota de sudor se desliza por ese rostro que ya desconozco, mientras apunta hacia mi cabeza.

-¡dame un motivo para no disparar!-

me incorporé, con la cara a la altura del arma, me distraje cuando de fondo veo un cuadro de un aprisionado Dalí, único y silencioso testigo; recordé la pregunta, sin pensar dije:

-no tengo ninguno- me acaricie la barbilla y con una característica sonrisa de medio lado lo miré –¡dispara!-

Mía



-¿Te comenté que por teléfono me han confundido con un hombre?... bueno, el amigo de Pablo, no sólo creía que era un hombre, sino que un travesti; como no conseguí convencerlo del error, endulzaba su voz, hasta parecer una mujer medio putona, pero no una cualquiera: La Mía, mi puta.

Había estado casado, de hecho tenía una hija, la Javiera que tenía la misma edad que Andrés, mi hijo; cuando egresó de filosofía en el Peda, se dio cuenta durante la tesis, en esas inagotables noches de estudio, que le calentaban los “compañeritos”, creo que se tiró un par, pero no pudo seguir estudiando, ahí me pierdo en razones, él sólo dijo que no le interesó continuar, que su destino era ser maraca y que eso requería dedicación… a mí que más me da.

Después de toparnos incontables veces al teléfono, en el departamento que compartía con un amigo en común, decidimos conocernos; una vez de frente, no pudo evitar la decepción en su rostro, yo era una mujer, y como tal, tampoco era lo que llamaríamos guapa.

Él vestía sobrio, pantalón negro, un sweater gris y zapatos negros; lucía el cabello sobre los hombros, lacios y evidentemente muy bien cuidados, tenía lentes de marco morado y le gustaba mirar sobre ellos; entre café y café, la conversación se tornó divertida, nos reímos mucho y vagamos por museos del mundo, óperas que conocía magistralmente, se nos hizo tarde y me invitó al departamento en donde me aseguró que no estaba Pablo; abrimos una botella de champagne, de esas que suben rápido a la cabeza, fría y burbujeante, como su risa; bajó las luces y la música se torno suave, se movía lentamente, era un hombre encantador, susurraba algo en francés, sonreía, se acercaba como animal al acecho, debo admitir que estaba cautivada, se acercó hasta respirar mi respiración, mordió el borde de mis labios, una y otra vez, posando suavemente su lengua que buscaba la mía, entre besos y mordiscos nos comenzamos a sulfurar, me tomó los hombros colocándome de rodillas frente a él, le ayudé a desabrochar cinturón y pantalón, y cuando su miembro estaba justo frente a mi boca, giró rápido poniéndose de espaldas y lanzándose en cuatro patas, dejando en su lugar un par de nalgas abiertas, blancas a rosadas, y en medio un orificio tentador, posé tímidamente mi lengua mientras lo escuchaba ronronear, se movía sutilmente hacia delante y hacia atrás, coloqué una de mis uñas suavemente dentro y sentí en su cuerpo un pequeño escalofrío, lo que me incitó a entrar cada vez más esta vez usando mis dedos, ambos nos incendiábamos, hasta que gimió -métemelo- uf, mi creatividad me jugó una mala pasada, quedé fría y en blanco, mi repertorio carnal (lengua, uñas y dedos) se había acabado, pero en un gesto iluminado, como si me leyera, me tendió un “dildo” de proporciones groseras, acaricié su espalda empujándolo adelante y abajo, balanceándolo varias veces, mientras el simulacro de pene africano (por las dimensiones) rozaba sus bordes, lo dejaba entrar egoístamente, lento y suave, sacándolo rápidamente, repetí el ejercicio varias veces, el tenía una risita nerviosa y demandaba una embestida, en ese momento lo coloqué como si fuera yo hasta el fondo, se estiró como en calambre, abrió la boca como para lanzar un grito, sin embargo de su boca nada sonó, me moví fuerte una y otra vez entre sus gemidos y aullidos; él suda, con una mano manejo la extensión de mi miembro artificial y con la otra mano cubro su nariz y boca impidiendo que respire por algunos segundos, se tensa, le quito la mano de la boca, casi sobre él, respiro en su oreja y le digo tiernamente.

–shhh, respira-

Agitado aún, vuelvo a cubrir nariz y boca, esta vez las embestidas son brutales, nuestros sudores son uno, él trata de respirar para morder dulcemente mi mano chupando cada uno de mis dedos hasta estallar.

Sentía en mi sudor el latido de su corazón… tal vez el mío, tardamos unos minutos en desprendernos e incorporarnos, él se arrastró hasta el sillón que estaba justo al frente y tomó una especie de pareo, cubriéndose desde el busto, estiró su mano hasta alcanzar esos cigarrillos café y delgados, encendiendo uno, me dejaba ver sus muslos y me coqueteaba mordiéndose el cabello, tatareaba algo.

Cuando logré incorporarme, más borracha de caliente que de champagne, dijo:

-Yo tenía razón, eres un hombre, lo que pasa es que aún no te bajan los testículos- cuando lo miré, esbozaba una maliciosa sonrisa y con uno de sus dedos indicaba su frente, justo donde posé un beso.

martes, 10 de marzo de 2009

UnA pAsTiLLa




Lo peor que le puede ocurrir a cualquiera
es que se le comprenda por completo.
Carl Gustav Jung



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De no ser, por este conflicto con el sueño, mi vida sería perfecta, ya sabe doctor, estoy sola, pero por opción, soy una profesional competente y muy bien cotizada
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¿Cómo dice usted?... Los afectos, están muy bien, visito a mi madre los sábados y a mi padre los domingos; no, no, no es que me lleve mal con su nueva esposa, no me afectan todas esas cirugías que se ha hecho, y las dudas de sobre cual es el límite de silicona que puede tener una mujer, para que sea digna de seguir llamándose mujer, ni que sea dos años menor que yo, esas cosas ya no me afectan, si lo viera, es como un adolescente con su muñeca inflable, jaja… ¿qué daño hay?
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Mi madre… bueno, ella no habla de que supo lo del matrimonio, pero que más da, a esas alturas en el asilo, no tenía mucho que contar, las mujeres siempre tenemos mucho que callar, así es mejor supongo.
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Sí, sí…. hace un rato que no nos vemos con mi ex, me avisa cuando pasa por el país, follamos rico, ya sabe, nada importante, las cosas son claras
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¿Puedo fumar?... Oh, disculpa
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Me siento algo irritable, por eso le digo, es el sueño, o tal vez que siempre tengo la sensación de no haber descansado
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¿Qué tiene que ver mi infancia?... no, no, él no tiene la culpa, ya sabe, él siempre fue un hombre rudo, pero nos quiso mucho, a su manera, como todos supongo
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¿Te lo comenté?... ja,ja… lo curioso es que te detengas en este punto, es mi perro, Dante. .. era muy agradable cuando llegaba del trabajo y me tiraba en el sofá, que se posara a mis pies para lamerlos suavemente, me relajaba mucho, y una tarde recordé la anécdota, esa de un programa español ¿lo viste?... esa cámara indiscreta con la chica que se untó mermelada o algo así para que su perro lamiera su vagina; nada, no me pareció mala idea, pero ya te dije, no es lo más usual, pero no me genera conflictos, ¿qué pretendes? ¿Qué le de explicaciones al perro ahora?... jaja, nada es divertido, lame rico, ¿sabes? Y lo mete mejor que muchos.
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¿La chica? Ella es guapa, ¿te lo había dicho? No, no, ¿por qué tendría que ser lesbiana? es curioso que lo plantees así, me gusta cuando se masturba, me gusta como ronronea cuando está en cuatro patas y orino su culo, cosas, nada más ¿qué quieres escuchar?... ¿qué la amo?... jaja no, me calienta y mucho… aunque la ultima vez se me pasó la mano, era parte del acuerdo que no hubiera sangre, y nada, no lo pude evitar, paseaba sutilmente el pica hielo por su espalda
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Sentí rabia, me sentí incompleta, quería penetrarla, y en cierta forma lo hice, fue… fue solo un rasguño, pero nada, espero no volver a verla, de lo contrario solo se arriesga, creo que cedí mis límites otra vez
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Pero vamos al grano: ¿Me darás algo para dormir?... a eso vine.
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Después de todo es lo único que me falta…
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